viernes, octubre 12, 2007

515 del Viejo Mundo


En un lejano mundo donde la tarde se avecina, llegan nuevos hombres jamas vistos, que vestían plateado y llevaban palos que rugian y escupian fuego, amaneciendo a un mundo viejo, que muchos quisieramos olvidar.
Nos condenaron sin vacilar, por que adorabamos como otros a la tierra que nos acuna, por que eramos parte de esa gran madre que nos dá de mamar.
Hasta ese día no respetabamos a nadie, porque no sabiamos o nunca entedimos que hubieran gentes que fueran diferentes, solo sabíamos que había gente.
Hasta ese día nunca vimos que la tierra tuviera carceles, ni alambres, ni púas, por cualquier lado podiamos pasar.
Entre el cielo y la tierra nunca hubo diferencia, por que eramos parte de todo lo que la Ñuke Mapu hacía para todos.
No comprendiamos ese idioma de la cruz, porque nos dabamos cuenta que le colgaban a los costados y cortaba, atravezaba y nos hacía sangrar.
Nos compadecimos del hombre que estaba clavado en el madero, porque sabiamos lo macabro que podian ser.
Nos dijeron que había nacido pobre, y no entendiamos esas palabras, porque nunca pensamos que la riqueza existiera siquiera.
Fué ese día en que empezó todo, el viejo mundo instalo la fabrica, nos metieron en la tierra a sacarle su sangre y carne... nos esclavizaron, nos explotaron, y nos olvidaron los que después vinieron.
Todavía nos dicen Nuevo mundo cuando nosotros no empezamos a existir desde ese día.
No fueron ellos los que nos trajeron, ellos fueron lo que trajeron su viejo mundo decadente...
Con sus culpas, mentiras, hipocresías, dolores, sufrimientos, eso fué lo que nos legaron.
Marchitaron y envejecieron nuestro mundo

2 comentarios:

BeitaLS dijo...

Wo ai ni

Anónimo dijo...

MALDICION DE MALINCHE

Del mar los vieron llegar
mis hermanos emplumados
eran los hombres barbados
de la profecía esperada
Se oyó la voz del monarca
de que el dios había llegado
y les abrimos la puerta
por temor a lo ignorado
Iban montados en bestias
como demonios del mal
iban con fuego en las manos
y cubiertos de metal
sólo el valor de unos cuántos
les opuso resistencia
y al mirar correr la sangre
se llenaron de vergüenza
porque los dioses ni comen,
ni gozan con lo robado
y cuando nos dimos cuenta
ya todo estaba acabado
En ese error entregamos
la grandeza del pasado
y en ese error nos quedamos
trescientos años esclavos
Se nos quedó el maleficio
de brindar al extranjero
nuestra fe, nuestra cultura
nuestro pan, nuestro dinero
y les seguimos cambiando
oro por cuentas de vidrio
y damos nuestra riqueza
por sus espejos con brillo
Hoy en pleno siglo XX
nos siguen llegando rubios
y les abrimos la casa
y los llamamos amigos
pero si llega cansado
un indio de andar la sierra
lo humillamos y lo vemos
como extraño por su tierra
Tú, hipócrita que te muestras
humilde ante el extranjero
pero te vuelves soberbio
con tus hermanos del pueblo
¡oh, maldición de malinche!
¡enfermedad del presente!
¿cuándo dejarás mi tierra?
¿cuándo harás libre a mi gente?

Gabino Palomares

Jamendo

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