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Oh! mujer divinidad alucinada.
Duermes en el altar de mis alhajas más preciadas,
pero el altar no es mío, ni lo será mañana.
Tu voz habla, pero no habla de mí.
Yo pongo mis palabras en tu preciosa boca,
y hablas con el corazón que yo te conceví.
(el tuyo duerme en el mismísimo cielo).
El sol dorado se arrepiente y retira.
La atrevida luna se muestra perdida.
Mi corazón late con dulce esperanza.
Oh! hermosa mujer de rostro divino,
no estuvo bien imaginar tus ojos.
Ahora soy esclavo de mis deseos de loco.
Ahora no soy nada. Ahora no valgo nada.
Hermosos tus pequeños pies de pluma blanca,
hermosas las uñas que brillan y arañan.
suena la música que contempla mi herida.
Y ahí, la afilada daga mostrando salida.
Oh! hermosa princesa, sangre de reyes,
que desperdicios los ojos que jamás te verán.
Que sea maldita mi vida si no te amara.
Que labios más amados tienes oh mujer
como rosados atardeceres de Amman, de Belén!
El triste laúd agrava la escena soñada
y la soledad compañera y cruel guerrera.
que alguna vez tambien fue amada.
Cómo me atrevo a imaginarte?
Cómo me atrevo a dejar para más tarde
la seguridad de saber que aún estoy con vida?.
...Y el Sahara ahí en los pies del esclavo.
Quiere ser libre y no sabe a donde ir.
Quiere ser libre y lo ata una mirada.
Quiere ser libre pero prefiere dormir...
Abigail, tal vez en otra vida
El elixir de tu belleza se derrama
de la copa de mi alma,
El sabor de tu piel toma control
de todas mis armas.
Me aterrorizan tus labios que me hacen
perder el sentido.
La luna ilumina la danza
de nuestro incesante delirio,
La oscuridad de tu pelo me envuelve en llamas.
Bailemos mujer de mi alocado deseo, y que él
amanecer nos sorprenda en total desenfreno.
La música acentúa el triste bailar
de las almas sin cuerpo.
Seamos cazadores furtivos de inexplicables penas.
Suframos todo, hasta lo que no merecemos
y pidámosle a Dios que nos apiade luego.
Extrañémonos, despidámonos y deseémonos suerte,
Amémonos en secreto,
hasta que nos reúna la muerte.
